Siempre ha sido unos de esos temas de vanguardia que me han llamado la atención y emocionado. La sola posibilidad de tener una imagen que sea fidedigna con el rostro de Jesucristo me conmueve y me incita a seguir investigando, investigando sobre lo que creo –sinceramente- que es el auténtico vestigio de Cristo, uno de los últimos.
Primero fue una afición, una afición que me llevaba a leer todo tipo de obras y artículos sobre ello, a ver documentales, películas, ha entrevistar expertos e incluso analizar las pistas que iba dejando a mi alcance… Pero todo tuvo un inicio, recuerdo que a mi hermano le prestaron un libro, un libro inquietante, en la cubierta principal tenía la imagen de un ser, un negativo, que parecía mirarme… Aquella edición de lujo esperaba que alguien bebiera de su saber pero mi hermano no estaba por la labor de ser el elegido. Estaba en su estantería, entre sus cosas, allá donde el hermano pequeño no debía tocar… Pero un día la curiosidad fue mayor que la prohibición y mis pequeñas –por aquel entonces- manos lograron hacerse con aquel oscuro objeto de deseo. Lo leyó con la intención aviesa de leerlo, decía: “El Enviado” de un tal J.J.Benítez…”Debe estar bien” pensé, y comencé a desbrozar sus páginas, una a una, poco a poco, como el que saborea un buen vino con años de crianza y gran reserva…
Aquella lectura me absorbió, me cautivo, me llevó a conocer un misterio que va más allá de la propia filosofía humana para conocer, de otra forma, a un ser excepcional, como nunca antes los había conocido. Era Jesús de Nazaret, el Maestro, el rabí de Galilea… Aquel que predicó una doctrina de Paz y Esperanza hace 2000 años y que hoy otros se han empeñado en hacer un lucrativo negocio…
Pero fuera disquisiciones, aquel libro me marcó un camino, un camino del que no me debía de separar: el mío y el de las reliquias de Cristo. El tema que más me apasiona.
Años después conocía J.J. Benítez, ya no era un desconocido, era Juan José Benítez, uno de los mejores autores de investigación y misterio del Mundo, una magnífica persona que ante todo quiso dejar plasmadas su creencias y dudas personales en sus libros, entre otros en aquel magnífico –para mi siempre- “El Enviado”. Recuerdo como tomándonos una Coca-Cola junto en una cafetería sevillana me dijo: “Y tu José Manuel, ¿Cómo te metiste en esto del misterio?”, y le respondí: “Tuviste tú la culpa”, “¿Yo? Bueno a mi me echan la culpa de tantas cosas…” espetó el buen autor navarro, vehementemente le narré la historia que les acabo de relatar. Amablemente le puse el libro en lo alto de la mesa, y pese a que no soy fetichista, le pedí que me lo firmara y J.J. me lo dedicó: “A José Manuel con mi agradecimiento”. Sin embargo el agradecimiento siempre lo mantendré yo hacía aquel que hizo que ese niño de apenas 13 años entrara en el mundo del misterio persiguiendo respuestas y un sueño…
En Turín, en la capilla de Turín, frente a la Sábana Santa, en pleno 2010 con las emociones a flor de piel y una imagen grabada en la retina,
Jose Manuel García Bautista
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El misterio de la Sabana Santa 